A principio del siglo XIX, el empresario Julio Cesar Arana , conocido como “el socio de Dios”, se alía con empresas extranjeras, en su mayoría europeas, para explotar las reservas de caucho en la región de la Amazonía peruana. Su éxito y poder se basa en su falta de escrúpulos. No se detiene ante nada, ni siquiera ante el exterminio de las tribus originarias. De este modo ocurren los llamados crímenes de Putumayo; las comunidades amazónicas se revelan y resisten.